Los orígenes del tabaco están en américa y que los
europeos lo llevaron a Europa. Desde la conquista, Cristóbal colon quedó sorprendido por aquellas
costumbres, pues los indígenas la practicaban en ciertas ceremonias y no como
una costumbre cotidiana y de placer, sino que se realizaban en ceremonias de
paz y de purificación del espíritu, pues para ellos el uso del tabaco poseía
poderes mágicos y agradaba a los dioses. El tabaco era considerado como
panacea, ya que se utilizaba como un fármaco para combatir el asma, fiebres,
convulsiones, trastornos intestinales o nerviosos, y también mordeduras de
animales.
Hacia 1560 el tabaco era ya conocido en España y
Portugal.
En 1584 uno de los más célebres aventureros, Sir
Walter Raleigh, fundó en América del Norte la colonia de Virginia y adquirió de
los indígenas la costumbre de fumar en pipa.
En el siglo XVIII apareció la moda del rapé. Algunos
médicos lo acostumbraban a recetar como terapéutica contra el malestar de
cabeza y también pare detener hemorragias.
La reina Victoria tenía una fuerte aversión contra los
fumadores y se establecieron una serie de ordenanzas prohibiendo fumar a los
integrantes del ejercito real. En Berlín las autoridades prohibían fumar en
espacios públicos, estas ordenanzas tuvieron vigencia hasta mediados del siglo
XIX.
En 1824 aparición el cigarrillo definido por ese
entonces como: tabaco picado rodeado de fino papel. Este producto hechizó a
pueblos como el francés y el inglés, aunque se sostiene que su patria de origen
fue España, donde lo denominaban “pitillo”. A partir de esta transformación el
cigarrillo empezó a fumarse en todo el mundo.
En el siglo XX, y durante la primera guerra mundial,
aumentó en forma notable el hábito de fumar y en especial la costumbre de
consumir cigarrillos. El comandante en jefe de las tropas norteamericanas
cablegrafió a Washington el siguiente texto: “el tabaco es tan indispensable como la ración diaria: necesitamos
miles de toneladas de él sin demora”.
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