“Hace mucho tiempo,
un príncipe tenía un hijo
en edad de matrimonio, pero para desilusión de su padre, no tenía ningún
interés en encontrar una esposa. El problema era que ninguna mujer tenía la
belleza ni el carisma para ganar su corazón. Sin embargo, un día, el joven se
fue a cazar al bosque y encontró una mujer vagando por la espesura. Ella era
tan adorable que él se enamoró instantáneamente, sin pensar en lo raro que era
que una mujer así estuviera viviendo tan lejos en el centro de la taiga.
Deslumbrado, decidió casarse con ella enseguida y llevarla a su campamento.
El hijo nunca le contó a su padre de su repentino matrimonio con la
mujer misteriosa. Hombre y mujer vivieron felices por un largo tiempo. Sin
embargo, otra gente notó que la mujer era muy extraña, que parecía no tener un pasado y que comía la carne de tejones
que apaleaba a muerte en el bosque.
Cuando los rumores del hijo y de su excéntrica esposa llegaron a los
oídos del noble padre, éste viajó al campo de su hijo para averiguar qué había
pasado, sospechando que la mujer era un bong, un ser no-muerto que es creado
cuando un shutger (espíritu maligno) entra en el cuerpo de alguien que acaba de
morir, traiéndolo de vuelta a la vida. Estas criaturas viven en la profundidad
del bosque comiendo pequeños animales y evitando a los lobos, que los cazan.
Cuando el príncipe llegó a la casa de su hijo, encontró a la hermosa y
misteriosa mujer que se había convertido en su nuera. Mandó aprisionarla y cuando sus hombres la jalaron del
cabello, encontraron un ojo de más en su cabeza, signo seguro de que era un
bong. El padre ordenó que fuera decapitada.
Antes de su muerte, la esposa hizo una última promesa a su esposo: “En
un año, vuelve a este lugar donde mi sangre será derramada sobre la tierra y
encontrarás una hermosa planta. Toma sus hojas, sé-calas y fúmalas. Te harán
sentir la felicidad que sentiste junto a mí”.
El próximo verano, el joven volvió al lugar exacto de la ejecución de su
esposa. En el claro había una planta alta muy hermosa, como nunca antes había
visto. Tomó sus hojas, las secó, y las fumó como le había dicho su mujer. Al
fumarlas, sintió felicidad y consuelo por el último obsequio de su amada.
Hasta este día, muchos
hombres disfrutan de este último regalo de la mujer a los humanos. Pero, como
el amor de una mujer hermosa, este obsequio tiene sus peligros, ya que
esclaviza al hombre con su poder adictivo.”